Te pido que entiendas mis palabras
te aseguro que no quise herirte,
eran malos momentos
en los que, yo, sola, me encontraba.
Aquí en el tren de vuelta, en ti pienso,
en tus manos, tu rostro, tu mirada;
y arrepentida por mis hechos
vuelvo de nuevo a torturarme.
Mirando por la ventana veo un triste paisaje
triste, por tu ausencia;
triste, por tu condena;
y triste, por mi tonta cabeza.
La tarde que en el cuarto, contigo pasé
fue, para mí mágica y de ensueño;
pero el retorno fue duro y difícil,
recordé entristecida que no podía enamorarme.
El AMOR aunque maravilloso es indomable
el corazón decide su poseedor;
la razón no ocupa lugar en su decisión
ésta, sólo sufre, enloquece y llora.
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